Galeria Horrach Moya
 
 
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Habitación de hotel con espejo
Aunque el título de esta obra nos remita inevitablemente a Edward Hopper, enseguida se hace patente que el acceso de nuestra mirada de voyeur hasta la bella mujer de esta pintura no es franca, sino que accedemos al objeto de nuestro interés de forma indirecta, con nuestra visión siguiendo un camino sinuoso a través de un laberinto especular... las desamparadas criaturas hopperianas aparecen con su intimidad violada, presas indefensas de una mirada omnipresente que ya ningún obstáculo detiene pues una de las paredes de sus habitáculos, en función de las convenciones del teatro y del cine, se ha vuelto transparente, ofreciendo a la luz y a la visibilidad -como en el panóptico de Bentham- lo que acontece en el interior privado. Expuestas así a nuestra mirada, la vulnerabilidad de las anónimas heroínas del pintor americano, es casi dolorosa y se asimila a la de frágiles mariposas bajo la lupa del entomólogo. Sin embargo, nuestra dama -una exótica Alicia- procede de otro universo, de un film asiático en el que las criaturas que lo habitan son filmadas de forma secreta, con gran pudor, a través de puertas entreabiertas, cortinas ligeramente descorridas, cristales o espejos... Y es con este preciso protocolo de desocultación que accedemos a la sensacional aparición de esta mujer, como nacida de la conjunción de la luz de un sueño y un gesto delicado, que despliega su exquisita pose en pleno centro de la razón universal... Hemos citado dos referentes -dos mundos divergentes- a los que nuestra pintura remite, y posiblemente este sea uno de los temas ocultos que aquí se plantean: las relaciones de la obra con sus modelos. Intuímos un despliegue de variaciones a diversos niveles, un frenesí de diferencias (obvias o infinitesimales) asomándose y escondiendose y definiendo la propuesta pictórica... Las coordenadas en que nos movemos corresponden a un mundo que es ya un museo de la originalidad y cada obra oculta citas, homenajes, que pueden ser exhumados... obras-palimpsesto en las que se solapan temas e inquietudes diversos atribuibles a espíritus de sensibilidades tambien diversas, separados por el espacio y por el tiempo pero reunidos en el crisol de la pintura, singularidad muda pero que atesora murmullos de voces distintas a distintas profundidades y tal vez con la historia entera de la pulsión por representar la figura femenina en pintura como sustrato -como rumor- más profundo.

 

O si se prefiere...


Faustine
Compleja y sofisticada pintura con un plano pictórico definido por un bosque de verticales cuyo ligero combamiento nos indica su naturaleza óptica... Un espacio líquido, elástico, dúctil, curvo y sobre todo extraño, exigente con nuestra percepción puesto que no se nos dá explícito y coherente, sino fragmentado y equívoco... Espacio dominado y de alguna manera enrarecido por un espejo, que como un cristalino lago vertical se inscribe en el plano, como un tragaluz inserto en la superficie del mundo, como una misteriosa puerta de acceso a otra dimensión... más allá del horizonte de sucesos que es la tersa superficie del espejo, se nos aparece un universo como soñado, tenuemente familiar, pero que intuimos distinto, aunque sea por diferencias infinitesimales: los espejos nos devuelven el mundo, pero en forma de enigma. El universo en el cual se inscribe esta pintura es pues el de Bergson-Deleuze, definido por la célebre equivalencia: "Materia=imagen=luz"... es el que Paul Válery postula cuando sentencia: "Decid que mi cuerpo es materia, o decid que es imagen"... Este asombroso mundo de pura luz, este desconcertante universo-holograma, donde pululan los simulacros y que no es sino un frenesí de imágenes, nos retrotrae al fascinante film "El año pasado en Marienbad" de Alain Resnais, donde un universo así está prefigurado: no hay forma de saber si se relatan hechos o es todo un sueño (o un sueño dentro de un sueño), si los personajes que pululan por el hotel- una Comala espectral- son reales o meros fantasmas...No sin fundamento se le atribuye como referente el prodigioso relato "La invención de Morel", que explora las consecuencias de la coincidencia, en un mismo espacio, de un objeto y su imagen total, y cuya protagonista, Faustine, es una imagen, un reflejo. Pero la imagen que nos interesa es una imagen pintada y sabemos que la pintura trastoca todas las categorias cuando interviene y esta imagen-luz es también ahora una imagen encarnada, una imagen-piel, una imagen "viva": Una tersa superficie pulida reflejando una dama etérea en un trémulo universo paralelo, sí, pero una dama con el peso de la materia , con un cuerpo... un cuerpo que respira y que va a envejecer con la oxidación, que puede enfermar... una dama de luz, sí, pero una dama de luz con aroma... Las paradojas surgen, rebosan... minúsculas grietas en el recto sentido de las cosas que perfilan un universo problemático, bullicioso de ínfimas contradicciones, infinitamente complejo... un universo leibniziano que es el nuestro.


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
     
 
 
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