Galeria Horrach Moya
 
 
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Anunciación
Ha habido una aparición, una irrupción mas bien... algo (turbador) ha acontecido: una sombra - un hombre de negro- ha entrado en el plano y ha activado el drama, provocando un revuelo de energías. Tenemos un visitante, una presunta noticia y el aspaviento de una dama sobrecogida. Un bullicio de imágenes procedentes de la espesa tradición iconográfica de la formidable aventura de la pintura occidental se agolpa de pronto en nuestra memoria; Anunciaciones de Giotto, de Fra Angelico y Fra Filippo, de los sieneses y de los venecianos y también de los flamencos, se iluminan en nuestro recuerdo. Pero... este gesto preciso de Ella, este leve retroceder ante la tremenda trascendencia de lo anunciado... ¿A qué imagen nos retrotrae? ¿Que pintura concreta nos evoca? De repente, nos es revelado con claridad creciente que el ademán de la dama de blanco- un delicado amago de retirada- está prefigurado en el gesto gemelo de la Virgen (de negro) de la Anunciación de Simone Martini, de Los Uffizi. Y el ángel (de blanco) de la pintura sienesa nos insinúa que estamos ante una versión como en negativo de la célebre obra. Remake en negativo y laico: nuestra pintura no dispone de un relato común en el que se sustente su significación como el que subyacía bajo la pintura de 1330... ¿Quiénes son y/o qué representan el hombre y la mujer de nuestra pintura? ¿Qué es lo que se anuncia? Resignados, lo que nos queda es asumir la turbadora ambigüedad de esta pintura contemporánea y su enigma sin respuesta.

 

O si se prefiere...


El grito
Un grito silencioso recorre esta pintura como un tsunami ínfimo, como una vibración sorda, profunda, que circula por la senda definida por la figura que se yergue perpendicular a la base del cuadro y la franja descendente del oscurísimo hueco de un armario que surge del límite superior -estalagtita y estalagmita negras- y que confieren al plano un diseño sinuoso. Grito pintado, mineral, mudo, que permanece apresado en el objeto pictórico, que no alcanza a salir a la superficie y que no puede oírse, cautivo entre las capas de pigmento, habitando espacios inconcebibles, dimensiones que desbordan nuestra intuición. Grito leve e infinito: se prolonga en un presente detenido, de ademanes inconclusos y sombras fijas, pero durante el cual las pupilas de la mujer se dilatan y su corazón bombea sangre, desbocado. Un grito estancado en un presente sin duración o de duración infinita en el que confluyen diferentes dimensiones de tiempo y para el que las etiquetas "Presente Especioso" (Clay, 1882) o la mas concisa todavía "Presente Deliberado" (Van Veen,"La textura del tiempo",1921) se nos antojan insuficientes, aunque nos sirvan como interesantes aproximaciones.Intuimos que es el carácter límite del arte de la pintura lo que aquí se exhibe: Un temblor viaja por los intersticios, algo vive -se estremece- en el bloque mineral, inerte...Y el tiempo se ha ralentizado hasta tal punto que se ha convertido en espacio.


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
     
 
 
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